El gas causante de la lluvia ácida puede detectarse a través de una nueva cámara infrarroja
La empresa Sensia, spin-off de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), ha desarrollado la primera cámara infrarroja para la detección del dióxido de azufre (SO2), gas considerado como uno de los grandes responsables de la lluvia ácida que genera el sector energético, metalúrgico, alimentario o el de la fabricación de papel.
El invento, basado en tecnología patentada por investigadores del Laboratorio del Infrarrojo (LIR) de la UC3M, detecta y mide a cientos de metros de distancia el dióxido de azufre (SO2) y otros gases contaminantes (CO, NOx, SF6, hidrocarburos, etc.) que suelen ser invisibles al ojo humano. “El método y dispositivo para la detección y medida de la concentración de gases que hemos patentado hace visibles estos compuestos por su firma infrarroja característica”, explica el científico del LIR Miguel Ángel Rodríguez.
“Resulta interesante –añade– para identificar vehículos altamente contaminantes en circulación, escapes en conducciones o emisiones en instalaciones industriales, como las chimeneas de las centrales térmicas”.
Según los inversitadores, existen varios instrumentos para la detección de gases, pero ninguno de ellos tiene las ventajas de este nuevo método: determinar a distancia la concentración individualizada de cada gas presente en la mezcla y ser capaz de trabajar en tiempo real. Las cámaras infrarrojas desarrolladas por Sensia Solutions permiten detectar a cientos de metros de distancia estos gases y de forma muy intuitiva para cualquier usuario, según el director de la compañía, Francisco Cortés. “Pueden ser instaladas y fácilmente manejadas por un operario en cualquier tipo de fábrica e industria o pueden formar parte de un sistema de monitorización permanente que genere alarmas automáticas cuando se detecte una fuga de un cierto gas, como el SO2”, señala el ingeniero.
El coste de estos sistemas no sería superior al de una cámara infrarroja clásica, aunque varía en función de parámetros como la distancia de detección requerida, la concentración o la temperatura esperable del gas, entre otros factores.
El dióxido de azufre (SO2) está considerado uno de los contaminantes más problemáticos y resulta especialmente lesivo en India, Japón y China (el mayor productor mundial), país donde existen regiones en las que toda la lluvia que cae es ácida. Este fenómeno ocurre cuando la humedad del aire se combina con SO2 y óxidos de nitrógeno (que también detecta la cámara desarrollada) y forma ácido sulfúrico y ácidos nítricos que caen a la tierra con las precipitaciones. Esta acidificación afecta a las aguas de lagos o ríos y dificulta el desarrollo de vida acuática, pero también a la vegetación, lo que provoca importantes daños en zonas forestales. Además, la lluvia ácida puede corroer ciertas infraestructuras fabricadas con mármol o piedra caliza.
Según el último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente, el coste anual de la contaminación atmosférica en Europa asciende a más de 150.000 millones de euros y sólo en España la cifra se sitúa en unos 40.000 millones de euros; esta contaminación, además, causa 20.000 muertes prematuras cada año.
En los núcleos urbanos, el tráfico rodado y las calefacciones constituyen las principales fuentes de contaminación. Distintos estudios revelan, además, que una pequeña proporción de la flota de vehículos es la responsable de la mayor parte de las emisiones producidas por los automóviles. Por ello, para reducir las emisiones contaminantes debidas al transporte, es primordial la detección y el control de este tipo de vehículos, y a ello también podría ayudar esta nueva generación de cámaras de infrarrojo.
“La versatilidad del método que proponemos permite la medida de la pluma de gases de los vehículos al paso en cualquier tipo de vía a distancia e instantáneamente”, comenta el investigador Miguel Ángel Rodríguez. “Dada su alta sensibilidad, resulta posible detectar niveles muy bajos de emisión, lo que posibilita su adaptación a los nuevos límites legales que pudieran definirse en el futuro para los nuevos modelos de automóviles”, concluye el investigador.
Fuente: Agencia rdipress.com/Universidad Carlos III de Madrid