Al filo de lo imposible, 30 años al borde del riesgo
Al filo de lo imposible es uno de los programas más veteranos de la televisión en España. La serie, como tal, comenzó a rodarse en 1985, desde entonces, no ha parado de emitirse año tras año. A partir de la década de los 90, ya se convirtió en un referencia de los programas documentales de aventura en la televisión nacional.
Actualmente llevan emitiéndose cerca de 300 capítulos, donde la aventura y el riesgo son los dos pilares en los que se ha basado la serie desde sus inicios. Una serie donde han trabajado unos 1.000 colaboradores de diferentes ámbitos deportivos y profesionales, el único programa que ha grabado en los 14 montañas más altas del planeta entre otros muchos logros y ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su calidad.
Antonio Perezgrueso, director del programa, cuenta para GeneracionNatura.org cómo fueron los inicios del programa, algunos de los momentos más difíciles y anécdotas surgidas en su relación con la montaña.
¿Cuáles fueron los orígenes de Al filo de lo imposible?
Al Filo tiene unos antecedentes que se remontan a 1981, cuando a Sebastián Álvaro, que fue el que propuso la idea del programa, le facilitaron las cosas en Televisión Española para cubrir una expedición que se hacía ese año al Karakórum, una de las cadenas montañosas más impresionantes de la Tierra.
A partir de ese momento, se comienzan a hacer cosas para televisión y, con el paso de los años, se madura la idea, para presentar un proyecto de una serie de aventura; y al principio del año 85, toma cuerpo la idea de Al filo de lo imposible.
Antes de formar parte del equipo del programa, ya hacías tus pinitos en la montaña.
A la montaña empecé a salir de chavalín. Siempre recuerdo a mi padre contando una anécdota, de las primeras veces que salíamos al monte. Yo era muy chiquitito y, en la Sierra de Guadarrama, a él se le metió una tijereta en la oreja. A uno de mis tíos, lo primero que se le ocurrió, con una bota de vino de las que se llevaban al campo por entonces, es echarle un chorro de vino en la oreja para que le saliera el insecto.
Luego llegaron las excursiones del colegio, las primeras escaladas, la mili en las Brigadas de Alta Montaña… en fin, mi relación con la montaña viene desde bastante pequeñito.
¿Le salió a tu padre la tijereta del oído?
(Riendo) Sí, el vino hizo que saliera.
Durante el programa, imagino que no te han faltado momentos en los que viste que tu vida podía peligrar.
En Al filo de lo imposible hemos vivido muchos momentos de tensión y peligro. Recuerdo uno en el año 97 en Nueva Zelanda, concretamente en el Monte Cook, donde nos cayó una avalancha que sepultó a dos de mis compañeros con los que iba a hacer la ascensión, y pasamos momentos duros. Los desenterramos con las manos porque no llevábamos palas, pero afortunadamente conseguimos rescatarlos con vida.
Recuerdo un momento de peligro, porque en ese instante la situación no te da para imaginar que eso te puede llevar a un desenlace fatal. Lo recuerdo en una expedición al campo de hielo Patogónico, donde pillamos un período de mal tiempo en el que pasamos once días en un lugar inmovilizados. Lo único que podíamos hacer era salir de las tiendas y quitar la nieve que se iba acumulando. Pasados unos días, tuvimos que hacer una cueva en la nieve para refugiarnos del mal tiempo, y después, los cuatro o cinco últimos días que pasamos dentro de la cueva, la última noche estuvimos a punto de morir los cinco que íbamos por inhalaciones de anhídrido carbónico.
¿Y eso?
Nosotros aprovechábamos para cocinar la cena cuando coincidía con el último relevo de compañeros que salía a la puerta de la cueva para liberarla de la nieve, y ese día no fuimos conscientes. Empezamos a cocinar, cuando nos quisimos dar cuenta, uno de los compañeros cayó desvanecido, otro empezó a notarse mal, y un miembro del equipo, bombero de profesión, dijo: ”nos estamos intoxicando, hay que salir de aquí rápidamente”. Eran unas cocinas de gasolina y, lo que había hecho la llama, era agotar todo el oxígeno dentro de la cueva. Si nos llegamos a quedar dormidos, posiblemente hubiéramos muerto los cinco.
¿Cómo fue tu primera expedición a una cumbre?
Mi primera gran expedición a la montaña la hago en el año 83. En esos años, las expediciones a las grandes montañas que se organizaban en España eran muy pocas. Teníamos que llevar todos los alimentos que íbamos a consumir durante nuestra estancia en el campo base, y recuerdo que llevamos así como 480 latas de cerveza, 50 ó 60 kilos de bacalao.
Necesitábamos un montón de porteadores, como no teníamos el suficiente dinero para pagar a todos, decidimos eliminar carga que llevábamos, quitar cervezas. Recuerdo que cuando llegamos a la primera aldea, después de una jornada caminando, nos pusimos a beber cerveza y acabamos un poco mareadillos, pero era una manera de aligerar el peso.
¿Por qué tantas cervezas?
Desde muy antiguo, siempre habíamos oído decir que la cerveza tiene tres propiedades que son muy interesantes para la montaña: te hidrata, alimenta y es diurética. Por eso el uso de esta bebida.Hace unos meses, se estrenó una película sobre el Everest. Tú también has estado en esa montaña y, según me has comentado antes de la entrevista, has visto la película, ¿qué recuerdos has tenido viendo las imágenes?
Pues sí, he visto la película, y recuerdo muy bien la tragedia que rememora el film pero hay alguna cosa que no me termina de gustar, y es la imagen que se da de unos de los guías, en concreto de Scott Fisher, que le presentan como un personaje, desde mi punto de vista, un poco pasado, que aparece en el campo base con una botella de whisky al lado… Scott Fisher era uno de los grandes montañeros en ese momento y propietario de una de las agencias involucradas en la tragedia.
Pero también la película me recuerda la masificación que hay ahora mismo en montañas como el Everest. Yo he estado tres veces en el Everest por esa cara, por la cara sur, y las veces que he estado nunca he visto tanta gente como refleja la película. Un campo base que parece más un pueblo que el campo base de una gran montaña.
Otro de los lugares de ese lugar, la cascada del Khumbu, me trae recuerdos porque nosotros, cuando estuvimos la primera vez en el Everest, éramos los que acondicionábamos la cascada, a diferencia de lo que se hace ahora, que mandan a los sherpas que monten la cascada.
A mi me trae mejores recuerdos las expediciones que hacíamos en el año 87 a la masificación que refleja la película, y que desgraciadamente es real.
Por otro lado, hay un plano de la película que, curiosamente, yo ya hice en el año 92, y es una pasada con cámara subjetiva por unas escaleras viendo el abismo que se abría a mis pies, una grieta de cientos de metros.
Por cierto, cuando pasas por la escalera encima de las gritas, ¿dónde miras?
Es recomendable mirar al frente, porque si miras al fondo de la grieta y ves a Lucifer, que te está esperando con el tridente, igual pierdes el equilibrio y te vas para el fondo. Yo siempre he intentado mirar al frente, excepto cuando he tenido que hacer algún plano, que ahí sí tienes que mirar la escalera y donde pones los pies.
Hablando del Everest, parece ser que hay un gran problema con la basura que se deja en la montaña: botellas de oxígeno, plásticos, heces…
La basura que se acumula en las grandes montañas es importante, sobre todo en cimas como el Everest. Es verdad que en los campos de altura hay expediciones que no bajan los residuos, y desde hace unos años, el gobierno de Nepal obliga a que determinadas basuras se bajen.
Recuerdo la primera vez, no había esa obligatoriedad de bajar la basura y, sin embargo, nosotros sí que lo hacíamos. Una de las características de Al filo de lo imposible es intentar trasmitir a la gente que el planeta donde estamos viviendo es frágil, donde nosotros estamos de paso, que no somos los dueños de él, y que tenemos que dejárselo a los que vienen detrás de nosotros, cuanto menos, en las mismas condiciones en las que lo hemos encontrado.
Y es verdad que eso, en la práctica, mucha gente no lo respeta. La gente tendría que ser más consciente que lo que subes a la montaña, lo tienes que bajar.
Al filo de lo imposible es un programa referente de TVE, ¿crees que ha dejado huella en los alpinistas más jóvenes?
No solo ha dejado huella, sino que ha incentivado a muchos jóvenes a salir a la montaña, y creo que no sólo a la montaña. Es verdad que Al filo de lo imposible, en sus orígenes, era un programa que prestaba más atención al mundo de la montaña, por la procedencia de los que hacemos el programa, pero el programa ha hecho otras muchas cosas que han motivado a la gente, en general, a practicar otro tipo de actividades. Recuerdo una historia que hicimos de bicicleta de montaña cuando no se conocían en España, y por lo que nos contaron los protagonistas de esa historia, el capítulo motivó a mucha gente a practicar bici de monte.
Eso también es trasladable al mundo de la espeleología, espeleobuceo, o incluso al vuelo. Al Filo ha sido un referente para la gente que, viendo la tele, ha dicho: “Yo puedo hacer alguna cosa”. Y ha provocado que esa gente que estaba en casa, viendo unas imágenes fantásticas del programa, pues se animara a salir, coger una bicicleta, un parapente, escalar, bucear… o simplemente dar un paseo por el monte.
Al Filo tiene una audiencia fiel en espectadores entre 40 y 60 años por la antigüedad que tiene el programa. Pero incluso, hoy en día, muchos jóvenes, viendo historias relacionadas con la escalada deportiva, han hecho que vuelvan a engancharse a ver el programa.
¿Cuando estabas arriba, has pensado alguna vez en tirar la cámara y bajarte rápido?
Si te soy sincero, en los inicios del programa, yo estaba más tiempo delante de la cámara que detrás. En un momento determinado de mi vida, decidí que me gustaba más estar detrás de la cámara que delante. Y eso me ha marcado. Siempre he tenido claro que lo mío era procurar que, lo que yo estoy viendo, lo pudieran ver los demás, y la única manera es tener la cámara siempre conmigo.
Tengo rodadas imágenes que en alguna ocasión las han puesto de ejemplo en seminarios. Imágenes donde cae una alud de nieve en la montaña y yo estoy ahí, con mi cámara, aguantando, porque si no estaba ahí para captar esas imágenes, jamás se iban a ver.
Nunca he tenido esa tentación de pensar tiro la cámara y me voy corriendo.
Algunos de tus compañeros han perdido la vida en la montaña, ¿qué recuerdas de ello?
Si bien es verdad que amigos y compañeros han fallecido en la montaña, alguno lo ha hecho mientras hacíamos un documental para la serie y otros no. Hago esa diferenciación porque no es lo mismo que alguien fallezca cuando tú estás haciendo una actividad, y la estás compartiendo con el fallecido, que cuando te llega la noticia de que un amigo, un compañero, ha fallecido en una montaña. Son dos situaciones diferentes y es conveniente diferenciarlas.
En el caso del fallecimiento de un compañero haciendo la misma actividad, lo que más recuerdas es todo lo que has intentado hacer para que ese compañero no perdiera la vida.
Recuerdo un caso, en el año 96, ascendiendo al Gasherbrum I, en el que uno de los compañeros que venía en la expedición, una subida que compartíamos con el Grupo Militar de Alta Montaña, falleció. El recuerdo que tengo es que todos los que estábamos en la expedición hicimos lo posible para que Manolo Álvarez, que así se llamaba el compañero, pudiera regresar con vida al campo base. Desgraciadamente, a pesar de superar por una situación larga y muy agónica, y de estar muy cerquita de llegar al campo base, con lo que eso suponía de expectativas de salvar la vida, en una mala maniobra de descenso, se precipitó por un corredor de nieve de unos 200 metros de caída, y falleció.
Otros colaboradores también se han quedado por el camino, como Félix Iñurraterri.
Esa es la historia de Félix y Alberto Iñurraterri, el que falleció fue Félix. Coincidió también que nosotros estábamos en esa misma Cordillera del Karakórum, en el año 2.000. Estábamos recreando una historia que protagonizó, a principios de 1900, el Duque de los Abruzos, y Félix y Alberto estaban en un monte próximo, el Gasherbrum II, intentando conseguir hacer los 14 ochomiles.
Por lo que nos contó más tarde Alberto, rapelando una de las secciones de la montaña, el anclaje sobre la que estaba fijada la cuerda parece que se desprendió y Félix cayo por la pendiente de unos 600 metros y falleció. ¿Coronar los 14 ochomiles se ha convertido en una obsesión?
Hay gente que se pone metas en la vida y, dentro de la comunidad montañera, pues hay alpinistas que se plantea ascender las 14 montañas más altas de la tierra.
Digamos que es como el corredor de maratón, que se plantea reducir la marca, o como un velocista que quiere correr 100 metros en 10 segundos, son retos personales. Dentro de la montaña, hay gente que se plantea otros retos personales, como el de un montañero que se su objetivo es hacer las siete montañas de los continentes y en esas estaba. Digamos que los 14 ochomiles son un reto personal y nada más.
Ahora han surgido otros programas que toman como base la aventura en la montaña, crees que se trata más de un espectáculo para ganar índices de audiencia o de un verdadero programa divulgativo.
Ahora hay muchos programas que se desarrollan en un marco natural. Por ejemplo, Jesús Calleja hace un programa que se llama Planeta Calleja, que saca a un famoso a la montaña y comparte con él experiencias. En Televisión Española también ha habido una serie que ha hecho Edurne Pasaban, en el que se viajaba con un famoso a cumbres de España. Cualquier iniciativa que sirva para que la gente abandone el sillón y salga a la calle, a mi me parece que es buena.
Hay un personaje como César Pérez de Tudela que quizás no esté entre los grandes nombres que han coronado multitud de ochomiles, pero han marcado una época en el montañismo español.
Coincidiendo en una de las expediciones en el Everest, César sufrió un accidente, y gracias a la intervención de parte de nuestro equipo, él pudo salvar la vida. Y él lo ha contado en más de una ocasión.
César ha sido uno de los hombres que hace muchos años popularizó el montañismo en España. Participó en un programa de televisión durante un tiempo, Televisión Española era la única televisión que había, luego mucha gente lo veía y se hizo famoso a raíz de su participación en dicho programa.
No sé si tiene algún ochomil, sí ha estado en expediciones a montañas de más de 8.000 metros, como la que te comentaba del Everest en el año 92, sobre todo, lo que ha hecho César, es escribir bastante de montañismo. Él es uno de los históricos de la montaña, como puede ser Josep Manuel Anglada, Jordi Pons, Miguel Ángel Herreros… auténticos pioneros de la montaña.
Todo el mundo quiere escalar montañas y sacarse el selfie en la cima, ¿el montañismo es una moda?
Yo diría que hay moda de montaña y moda para montaña, pero creo que el montañismo no es una moda porque las modas suelen ser pasajeras y el montañismo tiene una historia de más de 200 años. No hay moda que aguante tanto tiempo.
Lo que sí es verdad es que, a raíz de la emisión de programas como Al filo de lo imposible, lo que comentaba antes, hay mucha gente que no conocía ese medio, y que gracias a programas como el mío se ha dado a conocer un medio como la montaña y hay muchísima gente que sale al monte. Pero al monte se puede salir a pasear o hacer escaladas de mucha dificultad, y creo que en una sociedad como la que vivimos, donde hay mucho coche, se vive con demasiado estrés y presión, el que un fin de semana te puedes evadir por el campo, creo que eso no se puede considerar moda, es un hábito más que la gente se está acostumbrando a utilizar.
¿Al filo de lo imposible sólo es posible en una televisión pública?
Es una pregunta difícil y compleja. Al filo de lo imposible nace en la televisión pública y se mantiene en una televisión pública. Ignoro si una propuesta como Al Filo, una cadena privada estaría dispuesta a apostar por ella. Creo que ha sido posible y es posible en la tele pública, pero desconozco si eso es trasladable a las cadenas privadas.
¿Con la vieja guardia de Al Filo terminará el programa o habrá gente que continuará vuestra labor?
Al filo de lo Imposible es un programa de Televisión Española. La decisión de que el programa continue o no, depende de la dirección de la cadena. Yo, lo que sí que creo, es que Al Filo de lo Imposible es un marca que tiene tirón, de reconocido prestigio, creo que TVE haría bien en darle continuidad cuando la vieja guardia nos jubilemos.
¿Cuando te digo “montaña”, qué me puedes responder?
Cuando veo una imagen de una montaña, me emociono, hay algo dentro de mi que hace que me brillen los ojos, que sienta una poderosa atracción a eso que estoy viendo, y siento la necesidad de trasladarme a ese lugar. Para mi, cuando se habla de la montaña, se habla de una de mis pasiones, la he dedicado muchísimos años de mi vida y espero seguir dedicándoselo.
Al filo de lo imposible es una serie documental de RTVE.