Consejos para dar un masaje relajante
Dicen que uno de los factores para alcanzar la felicidad es tomarse la vida de forma relajada. Y para poder estar relajados, no hay mejor acción que un buen masaje. En este artículo os mostramos cómo dar un buen masaje relajan, seguro que será muy positivo para llevar una vida mejor.
Recuerdo aún las palabras de uno de mis profesores: “Lo más importante es la intención”. Este sería el primer consejo que le daría a alguien para dar un masaje relajante, querer hacerlo, querer ayudar a alguien a que se relaje y que disfrute de tus manos.
El segundo consejo que daría es utilizar la lógica. Si queremos relajarnos y alguien nos daña, obviamente no nos relajaremos. Así que para dar un masaje tiene que hacerse con suavidad, sin originar dolor a la persona a la que se lo estamos haciendo para que así entre en un estado de relajación. Esto no quiere decir que no se imprima cierta fuerza, pero siempre observando que el receptor no se ponga en tensión o se mueva bruscamente, lo que nos diría que le estamos incomodando.
En tercer lugar hay que pensar que es lo que estamos masajeando. Qué cosas se ven afectadas cuando hacemos un masaje. Es tejido vivo, piel, músculos, venas, nervios, etc… que reaccionan ante un estimulo externo. Por eso la suavidad y el tacto es imprescindible para hacer un masaje, de esta manera nuestro cerebro interpretará este estímulo como algo relajante y mandará las órdenes a los músculos y a los vasos para que reaccionen positivamente consiguiendo el efecto de relajación deseado.
¿Cómo debemos masajear entonces? Pues masajear no es muy lejano a lo que hacemos cuando amasamos pan o arcilla. Entre nuestras manos hay una cantidad de materia que deseamos moldear y de algún modo exprimir para que la sangre y otros fluidos del cuerpo se muevan mejor entrando y saliendo de las células musculares para así traer nuevos nutrientes y mejorar el metabolismo de la misma. Tenemos que agarrar con firmeza esa masa de músculos, piel y otros tejidos y amasarla con cariño, cuál alfarero moldea sus jarrones.
Utiliza algún lubricante (aceite de almendras o cremas) para que la fricción entre las manos y la piel del receptor no sea dolorosa. No utilices demasiada, tiene que ser la cantidad justa para lubricar la zona pero que te permita amasar y agarrar la carne con tus manos y “exprimirla”.
Déjate llevar a lo largo del miembro o la zona de la espalda que estés masajeando, no aprietes con fuerza sobre el hueso, los huesos no se amasan, es una estructura sólida que sólo vale de soporte para el resto del cuerpo. Navega con tus manos sobre las olas musculares, deja que el cuerpo del receptor te vaya guiando, no pases por donde él no quiere que pases.
Intenta hacer amasamientos como si trataras de llevar los líquidos hacia el corazón desde cualquier parte. No utilices los codos para apretar en puntos dolorosos. Utiliza el pulpejo de los dedos suavemente para intentar deshacer ese trozo de masa que está demasiado duro. Cuando veas que el receptor está totalmente relajado termina con unas suaves caricias o cosquillas por la zona que has masajeado y deja un tiempo de meditación y descanso al receptor para que disfrute de este momento de paz.
Autor: Fernando Palazuelos
Asmarassage.com
Fotografía: Mustafa Burak Aytekin
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