Los bosques templados
Se reparten las latitudes templadas, por encima de los 40 º de latitud norte (en el sur apenas hay tierras emergentes a esas latitudes) en función de la pluviometría, que si está distribuida uniformemente permite la instalación de los bosques de hoja ancha y caduca (adaptación al invierno frío), mientras que si hay una marcada estación seca el espacio será ocupado por bosques esclerófilos (hoja perenne endurecida y adaptada a ese periodo seco).
Los bosques caducifolios templados cubrían antiguamente toda la Europa templada, China septentrional y central y grandes regiones del continente norteamericano, además de algunas zonas de Australia y Nueva Zelanda.
En Europa este bioma está representado por bosques de robles y hayas, acompañados de especies menos abundantes como tilos y arces. Los suelos son ricos y profundos y la diversidad de especies vegetales es muy elevada, con una buena estratificación en la que las especies herbáceas y arbustivas poseen cortos períodos vegetativos para adaptarse a las particulares condiciones de penumbra reinantes desde el comienzo de la estación cálida cuando empiezan a brotar las hojas. Abundan los hongos que producen setas en otoño. Las landas de brezos y retamas ocupan los sotobosques aclarados.
La diversidad faunística es también elevada, constituida por pequeños mamíferos (liebres, ardillas...), grandes herbívoros (ciervos, corzos...), algunos depredadores (lobos, zorros), aves, reptiles, anfibios, insectos y otros invertebrados, que conforman complejas redes tróficas.
El bosque caducifolio templado alberga una importante biomasa, por ejemplo un robledal puede llegar a tener más de 400 toneladas en materia viva por hectárea.
Los ecosistemas mediterráneos se extienden por zonas templado-cálidas caracterizadas por un período de sequía estival más o menos largo, de modo que las precipitaciones, a menudo torrenciales, se distribuyen principalmente en primavera y otoño. Aparecen en ambos hemisferios entre los 35º y 50º de latitud, principalmente en torno al mar Mediterráneo, desde Marruecos y la Península Ibérica hasta el Cáucaso, pero también en otras regiones del mundo como Australia, Chile y en el Oeste de Estados Unidos.
Las formaciones potenciales de estos ecosistemas son los bosques esclerófilos de los géneros Quercus o Eucalyptus, aunque en algunas ocasiones son ocupados por coníferas, especialmente favorecidos por el hombre debido a su rápido crecimiento. Cuando el bosque se degrada suele dar paso a formaciones arbustivas (chaparrales, maquis o garrigas) adaptadas al déficit hídrico estival.
Los territorios del bosque, poblados desde muy antiguo, concentran grandes densidades de población, fundamentalmente en ciudades.
Entre las principales amenazas a su biodiversidad se encuentra la fragmentación de los hábitats, la deforestación debida a roturaciones de tierras para cultivo y la contaminación asociada al desarrollo industrial. Los incendios forestales constituyen un elemento natural de autorregulación del bosque esclerófilo, incrementados por la presencia y actividad humanas. La introducción de especies alóctonas (procedentes de otros lugares) de crecimiento rápido tiende a empobrecer los suelos y acelera la desertización.
Autor fotografía: Pato Novoa. Commons.wikimedia.org
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