La taiga, bosque de coníferas
La taiga o bosque boreal de coníferas ocupa una enorme extensión cercana a los 12 millones de kilómetros cuadrados sobre los escudos canadiense y siberiano, entre los 45º y 57º de latitud norte, al norte de Rusia y Siberia, norte de Europa, norte del Canadá y en el estado de Alaska. El Hemisferio Sur no tiene zonas de taiga porque la porción de tierra en esas latitudes es muy reducida.
Las precipitaciones son bastante débiles (entre 400 y 700 mm), pero distribuidas a lo largo de todo el año, con un máximo estival; las bajas temperaturas durante la mayor parte del año determinan que el periodo vegetativo no dure más de tres o cuatro meses. A causa de estas condiciones climatológicas, los suelos boreales, en permanente lixiviación (lavado de sales hacia capas inferiores), son de PH ácido y pobres en cationes, sobre todo en los horizontes superiores del suelo, en los que se acumula la materia orgánica procedente de la cubierta vegetal, condiciones favorables para la formación de turberas.
En las zonas de clima más duro el bosque es muy uniforme y puede estar formado exclusivamente por una sola clase de árbol. Las hojas en forma de aguja de las coníferas les permiten soportar bien las heladas y perder poca agua. En las zonas de clima más suave el bosque es mixto de coníferas y árboles de hoja caduca (chopos, álamos, abedules, sauces, etc.)
La diversidad de especies animales es bastante reducida, destacando grandes y pequeños mamíferos como visones, alces y osos, protegidos del frío por gruesas capas grasa y denso pelaje. Algunos son especies migratorias y otros resisten el frío mediante la hibernación, permaneciendo en sus madrigueras en un estado de bajo consumo energético.
La biomasa de la taiga es inferior a la de otros sistemas forestales, aunque no obstante alcanza las 250 toneladas/hectárea.
La sobreexplotación de sus recursos forestales, que está transformando enormes extensiones de bosque en estepas y praderas (formaciones herbáceas), es la principal amenaza a la que se enfrenta la taiga. Otro problema importante es la contaminación que tiene como consecuencia la acidificación del agua de lluvia, fenómeno frente al que parecen especialmente sensibles estos bosques.
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